Comentario
La situación en la frontera del Islam y del reino franco, convertido en imperio en el 800, es muy confusa durante estos años. Los francos habían ocupado Gerona en el 785. En las ciudades musulmanas de la región, se agitaban todavía algunos jefes árabes de quienes sabemos poco más que los nombres. El gobernador de Barcelona era un tal Sadun al-Rwayni, a quien encontramos en la corte de Carlomagno en el 797, al mismo tiempo que Abd Allah al-Balansi. En Huesca y Zaragoza dominaban otros jefes cuya identidad y cronología se conocen bastante mal. Al-Udhri sitúa en la primera de estas ciudades el poder tiránico de un linaje árabe tuyibí, los Banu Salama. Se alzó contra ellos, en el 798-799, Bahlul b. Marzuq, un musulmán autóctono, de una familia aristocrática local. Les echó de Huesca y se apoderó también del poder en Zaragoza. Mantuvo, por otra parte, relaciones con los francos pero murió en el 802, víctima de la sublevación de Jalaf b. Rashid, otro personaje de origen indígena.
A principios del IX, el protagonismo en la región pasó de hecho a jefes de origen indígena quienes sustituyeron desde entonces a los jefes árabes predominantes en la épocas anteriores. Uno de ellos era un tal Amrus b. Yusuf, que hacía originariamente la función de paje (ghulam), según la traducción habitual del término, al servicio de los hijos de Sulayman b. al-Arabi, Aysun y Matruh. Traicionó y mató a este último, cuando se había rebelado en Zaragoza contra el poder omeya, en el 175/791-792. Lo más probable es que fuera en este momento cuando se puso al servicio de Córdoba. En el 797, lo encontramos en Talavera, tal vez como gobernador de esta localidad, que parece haber estado especialmente poblada de beréberes.
El golpe que dio en este mismo año al servicio del poder cordobés es célebre: haciendo uso de sus orígenes autóctonos, convenció a los toledanos -los habitantes de Toledo parecen haber sido en su mayoría indígenas, muladíes y mozárabes- que estaban casi en estado de revuelta constante contra el emir, para que le dejaran construir en la periferia de su ciudad un qasr gubernamental. En él ofreció a los notables de Toledo una gran recepción y ordenó a sus hombres masacrarles sin piedad. Esta jornada del foso (donde se habrían tirado cientos de cadáveres de toledanos), sólo habría calmado los ánimos de los habitantes de Toledo por unos pocos años; volvieron a la disidencia entre los años 196 y 203 (811-819). Amrus combatió luego contra Bahlul, echándole de Zaragoza y tomando el control de esta ciudad que gobernó durante el primer decenio del IX (800). Bahlul se retiró entonces más al norte, en la región de Huesca donde parece haber mantenido relaciones bastantes estrechas con los carolingios, pero murió en el 802 víctima de la sublevación de otro jefe local, Jalaf b. Rashid, que controló después las mismas regiones durante casi sesenta años.